miércoles, 11 de abril de 2012

¿Te das cuenta de que la vida es como el mar?


Hay días que son azules y tranquilos,
con las aguas acogedoras, deliciosas.

Otros días son nublados, con grandes tempestades,
aunque cuando parece que el océano te va a devorar
nace un nuevo día lleno de sol y calor.

Navegamos en medio de este océano.
Somos lanchitas pequeñas,
pero grandiosas.
Cada lancha tiene su timón.

En ti está el tomar hoy mismo el timón de tu vida.

Sabes, por la gracia de Dios, el rumbo que deseas seguir.

Sabes que para llegar a tu meta tendrás que atravesar
-como todos- grandes tormentas de todo tipo:
pasionales, depresivas, morales, económicas.

Sin embargo, tienes el timón en tus manos.

Como todo marinero, debes saber manejar el timón.
En el orden material, cuando tenemos un tremendo dolor de cabeza,
nos produce tristeza, depresión, etc.

Nuestro barquito empieza a ladearse por un simple dolor.

Tomamos un medicamento y enderezamos el barco.
Volvemos a sentir la salud normal
que nos lleva a equilibrados en lo físico.

Diariamente tenemos que ir gobernando el timón;
debemos tomar determinaciones, decisiones,
para enderezar nuestra vida.

En el orden moral, nos topamos con amistades
que nos arrastran a cosas no convenientes
de diferentes tipos: conversaciones que dañan
nuestra mente tranquila, ideas negativas para nuestro vivir.

Hay que tomar el timón de nuestra nave y no dejar
que nos aparten del equilibrio moral y espiritual.

Tendrás que tomar decisiones.

Tómalas, con la seguridad, de que nada te aparte
de tu camino, de tu meta.

Cometemos errores y de ahí vienen nuestras depresiones
y nuestra agresividad.

Cuando encuentres en tu vida gente agresiva y que sólo
ve lo negativo de los demás, discúlpalas,
perdónales de antemano.

Son personas que no han sabido llevar el timón de su vida.
Se han apartado del camino de la bondad, de la alegría
y del amor, que es para lo cual hemos sido creados.

Pero tú… toma el timón de tu nave.

Vive intensamente el momento presente,
concentra todo tu ser en lo que haces
y no temas al futuro.
El faro de Dios te cuida y te protege siempre.

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